domingo, 24 de febrero de 2008

Con la navaja bajo el cuello


Sweeney Todd es una muestra más del indescriptible universo que subyace en un nombre consagrado por los mitómanos de hoy: Tim Burton. Sólo alguien como él podía modelar unos personajes tan complejos a base de algo tan elemental como los instintos primarios, que son parte de la innata idiosincrasia humana.

Burton no es sólo creador de fantasía: también recrea realidad. Llevando los sentimientos humanos hasta el extremo y caricaturizando situaciones hasta lo grotesco es capaz de inmiscuir en sus cuentos a todo aquel que espíe tras la pantalla. Envuelto en una elaborada melodía, este musical, cuyo final ―otro de tantos― ya se intuía hacia la mitad del filme, realiza un recorrido oculto por el amor incondicional, el ansia de venganza, el instinto asesino y, comenzando un nuevo ciclo, la inocencia que todos llevamos dentro. Pero no se dejen engañar, porque los sueños, desgraciadamente, sólo se construyen a base de realidad. Algo que, para aquel que haya creído que esta era otra bonita leyenda para contar, recuerda inesperadamente Johanna. Porque es probable que, a su corta edad, ella ya haya podido comprobar lo que se esconde bosque adentro. El futuro, lo que Burton no ha querido mostrarnos, pobablemente, como en la vida real, tampoco sea un cuento de hadas.

La adaptación del musical de Stephen Sondheim nos traslada casi casi al otro lado de los márgenes a los que Burton nos tiene acostumbrados. Es un mundo gris, triste y sádico en el que la sangre brota por doquier. El señor Todd estaba destinado a cobrar vida en un expresivo Jonhy Deep; un personaje que, si bien recuerda mucho en la estética a Eduardo Manostijeras, es, en esencia, opuesto a él: un hombre traicionado por la humanidad, desposeído de su felicidad, a quien nada ni nadie puede frenar sus deseos de venganza. La inocencia de Manostijeras nada tiene que ver con el odio a la humanidad que rezuma Todd y que se convertirá en una ironía de lo que pueden provocar los deseos llevados al extremo.

Las luces se apagan y el cine se llena de rostros que parecen satisfechos. Probablemente en sus cabezas resuene el eco de la melodía que Anthony cantaba, “I feel you, Johanna”, deseando que eso del binomio Burton-Deep no haya hecho más que comenzar. Burton no ha defraudado: Sweeney Todd es otra de sus genialidades.

No hay comentarios: