Fue maravilloso compartir anoche los fuegos artificiales con el asfalto y la risa contagiosa de Elena, y volver a pedir ese deseo de los puntos cardinales, como lo hacía siempre con mis amigas de León. Seguro que se nos cumple. De momento, romper ciertos tabús fue toda una garantía de que el mío se puede cumplir.
Una de las cosas buenas de este fin de semana ha sido descubrir como la traca final puede prolongarse hasta límites insospechados. Otra, ese ritmo afrovascuence que se mueve por aquí. Reggae. Angola. Camerún. Las palabras que se dicen. Las que no se dicen. Aquellas a las que no se encuentra traducción y las que se explican en silencio caminando durante horas bajo el txirimiri bilbaíno.
Como hace dos años, el resumen de este Aste Nagusia sólo puede ser (con acento malagueño, o mejor, murciano) increíble. Aurora, Jon, Ñako, Jean Paul, Betto, Belinga (o Bolinga, jaja), Bruno, el alemán, la camarera del bar de ayer, y todos con los que compartimos pista y asfalto. Como el malo de las películas de acción, volveré. GORA ASTE NAGUSIA.
Despues de unas semanas de relax y de tanta fiesta descontrolada... qué ganas de volver a mi casa. Aunque aquí sigue sin aparecer la Elena y el médico aún no ha pasado a ver a la Juani. Haré tiempo inventando historias para escribir en la postal para mi madre. ¿Alguna sugerencia?
1 comentario:
ainsss..qué bonito fue..
para nosotras fue como el primer fin de semana que pasas con tu churri fuera de la ciudad..
-ahora sí lo veo claro, sí quiero!
y luego, punto y aparte..para mí (y sin tus chistes no habría sido lo mismo)fue un recuerdo que todavía perdura bien vivo, latiendo y latiendo..
Publicar un comentario