domingo, 9 de mayo de 2010

gris verde rojo

Gris.

Cada día me someto a cuentas atrás desesperadas de silencio y mirada perdidas. Mi cuerpo se esparce por la inercia del veloz movimiento mientras ni siquiera pasa nada al otro lado del cristal.

Verde.


Me he bañado desnuda en la fría agua que brota de entre las rocas y montones de peces se han deslizado en mi cuerpo. Amo el olor a vida cuando llueve. La tierra aún es fértil: nos concede el indulto cada vez que regresamos a la cuna que es su manto.

Rojo.

Un borracho acaba de regalarle a una yonki una rosa que entre los brazos de una estatua se moría ante su ruidoso grupo de amigos, borrachos también, sentados en la scalinat de la iglesia. Los sístoles y diástoles se me disparan cada vez que gritan que "¡eso no se le puede hacer a la estatua de la libertad!"; se me serenan, si recuerdo las palabras bajo su mirada, segura, sincera.

Más abajo su boca.

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