Dicen que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. O que cuando el dinero sale por la puerta el amor salta por la ventana. Y no es lo mismo. Y luego hay puertas que se quedan entreabiertas. Entonces no sabes bien bien qué hacer con las ventanas. Puede que te inventes las tuyas, que escribas en ellas los templos que hay en ti y que nadie ha descubierto: para que alguien tenga por donde escalar a buscarte. O que la ventana se convierta en tu templo.
Hay veces que las palabras dibujan un ruido atroz, palabras que son gemidos y gemidos que son deseo. Palabras que se escriben con besos en la piel, con lengua en los senos, con saliva en el sexo. Hay palabras que gritan en silencio y que tan sólo una persona en el mundo las puede entender. Y buscas a esa persona para que te las explique, porque no comprendes tus propios sentidos.
Y hay veces que no hay palabras, ni hay puertas, ni hay ventanas. Y hay veces que os busco y no os encuentro, y otras que encuentro lo que no busco.
Pero la mayoría sólo quiero que dibujes ventanas en mi cuerpo que me liberen de esta prisión cuadriculada.
jueves, 13 de noviembre de 2008
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1 comentario:
Las ventanas y las puertas, siempre, bién abiertas, porque nunca sabes quien puede entrar... y si pones un cartel, mejor... Para que quieres ventanas pintadas en tu cuerpo si tienes todo el sol en él?
Asomate a las ventanas de los demás y alumbreles...
Muaaaa (hacia tiempo que no te leía...yo tampoco dispongo de mucho, ultimamente...)
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