martes, 25 de marzo de 2008

Hiroshima aún existe

Se dice que cuanto mejor es un escritor, más inadvertido pasa para el lector. En tal caso, John Hersey sería considerado con su obra Hiroshima uno de los grandes, desconocido por el público alejado de las modas y los best seller, pero admirado por los seguidores del Nuevo Periodismo. Pocas plumas se pueden jactar de describir una masacre como la vivida en la ciudad nipona sin enredar al lector en laberintos de frases y construcciones imposibles. Una masacre cometida por ese gran país que es Estados Unidos y que fue catastrófica, no sólo numéricamente, sino porque además las consecuencias fueron y son aún hoy devastadoras: sus efectos nunca fueron estudiados en profundidad.

El retrato implícito que se realiza del japonés está muy alejado del concepto occidental de cultura exótica. Más allá de las diferencias superficiales, el nipón es amable, educado y sosegado. En los momentos más difíciles de la catástrofe, esta sociedad mostró una solidaridad, una cooperación con el prójimo y una organización excepcionales.

Hiroshima es el documento ideal para conocer no sólo cómo se vivió la catástrofe -que Hersey describe con gran realismo-, sino también la visión de Estados Unidos –Truman se enorgullecía públicamente de su bomba-, las organizaciones y la política. En el último capítulo, escrito después de la primera publicación, queda patente la teatralización que se hizo de la tragedia a través de la televisión y las verdaderas intenciones que esconde el gobierno estadounidense tras las donaciones económicas: el control de su empleo.

3 comentarios:

Sergi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sergi dijo...

A propósito de tu reseña aprovecho para recomendarte a ti y a todo el que pase, la película japonesa Hiroshima (1983) del dibujante Mori Masaki. El largo nos sitúa en el punto de vista de un estudiante que, como todos sus vecinos, es sorprendido por el bombardeo. Hiroshima no da una visión completa de los hechos, sólo se centra en este drama, enfatizando el lado más humano en las víctimas.
Junto con La tumba de las luciérnagas (1988) (que también trata el drama de la Segunda Guerra Mundial en un Japón devastado), la animación nipona demostró que no sólo sabe hacer productos de ciencia ficción i fantasía, sino que con historias tan tiernas como estas, es capaz de retratar una realidad que llega al corazón y con el mismo rigor que una película con actores de carne y hueso.

Como valoración aparte, me sorprende que en Hiroshima hubiera más muertos que los que mandó a ejecutar Hitler directa o indirectamente, en todo caso es otro tema.

Rocío Ovalle dijo...

Los datos que manejo al respecto te dan la razón, sergi.

Un saludo.