lunes, 12 de mayo de 2008

Lydia Lunch: sangre y arte

“Los fantasmas me persiguen. Me gritan. Me tocan. Me chillan. Me buscan. Yo soy su droga. Su forma de expresión. Yo les calmo. Les doy voz. ¡Agggggyaaaa! Les doy vida. Dioses de la tierra juegan a la destrucción. Destrucción de sus iglesias... DESTRUCCCIÖN. ¡Guerra! ¡Fuego! Sangre... grrrrr. ¡Sangre! Por todas partes...... entra dentro.... por todas partes. De mí. Muerte. Big Ban. Violencia. Apocalipsis. Now. Me están volviendo jodidamente loca. Malditos cabrones. Puta loca. Brr. Cuanto más cabrón, más armas.... Fantasmas. Yo les calmo. Yo – les - amo....... son parte del placer que esos malditos cabrones me han robado. Aggggghouuu. Por eso sigo chillando.”

Lleva años cabreada con el mundo y sigue chillando porque lo que hace funciona. Aparece con su vestido negro como una dama de la oscuridad que con paso firme sale de entre las sombras para poner luz en la jodida oscuridad. Oscuridad en la luz. Rostro pálido, como una gótica que se emborracha con vinagre. Carmín rojo y laca de uñas roja. Igual que si hubiese matado a alguno de esos cabrones y le hubiera clavado en su cuerpo los dedos y la boca. La violencia genera violencia. Arte. Igual que si lo hubiese hecho, igual que si se hubiese enfrentado a un apocalipsis, mira vencedora y con los ojos cansados –mirada firme-- desde su tribuna. Desde su tribuna. Y chilla. ¡Oh, si, miradla! ¡Es ella! Missis – fighter Lydia – Lunch!!!

De querer matar a su padre pasó a querer matar al padre de su patria. Esta cantante-compositora-punkarra-performance-actriz-videocreadora-inconformista comenzó a chillar casi desde que tiene uso de razón. Primero contra las violaciones de su padre. Después, contra los abusos de los hombres a los que odia. El 1%, que la está volviendo jodidamente loca. Una puta loca. Porque cuanto más cabrones, más armas tienen. Sangre. Destrucción. Apocalipsis día a día.






El “movimiento” Underground nació en los 60 en Nueva York como la forma de expresión de un grupo de inconformistas a quienes no les satisfacían las convenciones. No les servían. No se podían expresar con ellas. Pero, al igual que el Nuevo Periodismo, no era un movimiento en sí mismo: no había manifiestos ni declaraciones de intenciones ni clubes de reunión. Están ...ohh... solos. La música hasta entonces fue parte de su formación. Después, de prueba. Fue el toque de atención. Pero Lydia no estaba sola. Y ella lo sabía. En la literatura encontró otras personas. Otras voces que buscaban algo más. Era el éxtasis de la experimentación. Eran los años de la movida. La otra movida. La ruptura. Thompson y Capote. ¿Underground? Sí. También. Era el momento de morir. De morir y volver a nacer. Porque cuando todo está tocado tienes que volver a la matriz. A la voz.

Hierve la sangre y hay que volver a la voz. Está en la sangre. Es el virus. El veneno. Poison. Metzina. Benzina. Está dentro y no la puedes sacar. Petróleo y tierra. El virus de la guerra. Belchite podría ser Irak Irán Afganistán Bosnia Francia tu casa mi casa casa casa casa. Por eso hay que seguir chillando. Porque te hierve la sangre. Hay que escribir, chillar, grabar, crear, hay que hacer lo que sea para sacar los temas que hacen hervir la sangre y que te vuelven –me vuelven- te vuelven- una –puta –loca. Y si no hierve la sangre mejor dedicarse al periodismo. Pero no crees un puto sonido si no tienes una misión –una visión. Porque el arte es un vehículo para expresar las actitudes más violentas.

Violencia. Violence. Violación. Extorsión. Expresión. La violencia forma parte del universo, del Big Ban, de la naturaleza humana. Y ella, la mujer más jodidamente loca, la que nunca sonríe complaciente, ella, missis Lunch, busca la belleza en esa destrucción. En la violencia. Porque lo primero que nos están quitando ¡que nos están arrebatando! en este mundo de miedo es el PLACER aghhhhhh aaaaaahhhhh. Y lo importante es que alguien pueda sentirlo. Para que los muertos tengan voz.

Su rostro hierático se va tornando un mundo de giros inesperados a medida que habla. Que chilla. Que muerde el viento como desean hacerlo los aparentemente inertes periodistas que ante ella se agazapan. Parecen no tener el virus. Parecen no tener voz. En la oscuridad de sus mentes se imaginan pintándose de nuevo, como ella, los labios de rojo. Espasmos. Chilla. Y se abanica, como intentando respirar un poco de placer en la oscura y triste sala de la facultad de comunicación de la UAB . Se descoloca un poco el pelo. Al fondo de la sala, otra mujer cabreada con el 1% de los hombres se despeina la melena. Las dos beben de la botella con la boca bien abierta. Se marcha dando pasos cortos.

Ellos vuelan por el pasillo impresionados por la falta de ortodoxia de la conferencia de ella –oh –sí la artista que ha dejado una mancha de sangre en la cara de la historia. Agggghiouuuu. Lydia Lunch!!!

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