La vida es un cuento, pero nadie dijo de qué tipo... Un escritor de cuentos infantiles se convierte en sospechoso de una serie de asesinatos: varios niños fueron asesinados tal y como describe Katurian en sus peculiares relatos. Él cree que "el único deber de un escritor es explicar una historia"... pero ¿qué pasa cuando tus escritos acaban cobrando vida? ¿cuál es tu responsabilidad entonces?
Genialmente dirigida por Xicu Masó, ayer el Teatre Lliure despidió entre ovaciones L'home dels coixins, la adaptación catalana de la obra de Martin McDonagh, uno de los autores irlandeses de más éxito últimamente. La obra contiene algunos elementos característicos de su estilo, como el uso de una excesiva violencia, o los giros inesperados para manetener la tensión de la obra. De hecho, la dramaturgia de esta pieza está tan bien planteada que no es necesario hacer ningún esfuerzo para mantener la atención ni para entender nada que no haya quedado suficientemente claro.
L'home dels coixins es una obra que conecta con el espectador desde el primer momento, que se identifica claramente con el escritor Katurian, quien es el eje de la obra y quien articula su desarrollo: el espectador conoce tan sólo lo que el escritor sabe. Katurian es, pues, el punto de vista del espectador. La interpretación de Jacob Torres, -un asiduo del teatro profesional catalán, a quien podemos ver sobre el escenario en el Versus Teatre hasta el 15 de marzo-, de tan peculiar personaje facilita que el espectador se identifique con él. Katurian se compone de matices que van desde el perfil de niño inocente, curioso e incontestatario, pasando por el hermano responsable y el escritor excéntrico, hasta el hombre rabioso que ve cómo prácticamente todo lo que construyó en su vida se ve destruido casi incidentalmente.
Miquel Górriz intercambia roles con Xicu Masó, a quien dirigiera hace un año en El silenci del mar. Górriz da vida a Michal, el hermano del escritor -o el verdadero escritor según dice uno de los cuentos que se narran en la obra-. Su interpretación es, más que verosímil, sorprendente, y transmite la ternura y lo macabro que a veces hay en la inocencia.
Geniales también Albert Pérez y Eduard Muntada en los papeles de poli bueno y poli malo. La obra se desarrolla en un sólo espacio, con el que juegan con la iluminación, el espacio sonoro y la imaginación de los espectadores; en conjunto crean una atmósfera tétrica, que en conjunto con la historia nos transporta a un universo cercano al de Tim Burton. Modificar la realidad para crear buenas historias, y modificar la realidad a través de los cuentos, cuentos que son realidad y realidades que buscan su final adecuado, su golpe de efecto, lo inesperado. Al final, uno se queda con la sensación de que todo era una broma macabra planificada no se sabe bién por quién, donde todo puede ser tan real o tan falso... como un cuento.
Muy buen trabajo!
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