
La obra tiene otras tantas cosas buenas, como jugar con el papel que desempeña el público en las funciones de teatro. Pàmpols se acerca sin miedo a las gradas y se dirige a los espectadores de tú. La acción continúa al margen de su "conversación" y sorprende cuando esa conversación pasa a formar parte de la obra. Logra implicar emocionalmente a los espectadores, dándoles un punto de vista más personal, alternándolo con una visión más distanciada e impersonal -que es la que predomina-. También son curiosas las pausas en el tiempo y los momentos en que no se sabe si el personaje de Pàmpols es escuchado por los demás personajes, pero carece de una intencionalidad más allá de llamar la atención del espectador.
El papel de Pàmpols es aquí el más complejo, el que tiene más matices, más giros, pero la actriz lo desarrolla de forma inteligente y consigue insuflar vida a esta compleja mujer. El final es muy surrealista y no cuadra con el resto del planteamiento del guión: lo que logra, más que sorpresa, es desconcierto. La escenografía es muy atractiva, dentro de lo clásico que requería la pieza, pero está muy cuidada y da buen resultado. Una pena que para cuatro momentos musicales que hay, el sonido no esté bien grabado en dos de ellos.
Este martes 18 de marzo el autor y director de la pieza, Pasquale Bàvaro, recitará en el Bar Seco. Afirma que busca la poesía en su teatro: es un viaje. Podréis ver entonces qué tal poeta es. Esperemos que siga evolucionando su dramaturgia porque este joven autor, aunque esta vez no haya acertado, tiene cosas que decir.
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