miércoles, 3 de diciembre de 2008

De sombreros va la cosa...


Podemos cambiar el color de la piel como esas preciosas piedras de colores. Y también podemos, si queremos, cambiarnos el sombrero. Podemos ponernos un gorro bersalino e ir de bohemios, como la gran mayoría de la gente ahora que está de moda. Con un cordobés podemos hacer palmas y contrapalmas, y poner un poco de ritmillo a nuestras vidas. Si buscamos guerra, una boina; brujería, uno de punta; y si lo que buscamos es magia, la sacamos de la chistera.

Pero si lo que queremos es silencio, entonces tenemos que ponernos un bombín, como Chaplin.
Podemos ponernos un disfraz, ser como no somos a ratitos, fingir que estamos alegres cuando entremos en el catatónico estado de seres uraños, que hay silencio dentro cuando estamos llenos de ruido, que queremos diversión cuando tan sólo queremos un poquito de silencio... El ser humano es así de contradictorio. Pero también tenemos otra opción, cambiar de sombrero a ratitos y moldear nuestros seres entre estancias de cuero y de fieltro.

Somos mucho más nosotros con montones de sombreros. El que llevabas hoy tan sólo es uno de ellos.

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