Me gustan las casualidades porque es fácil creer que suceden por algún motivo, que de alguna manera u otra iban a acabar sucediendo en tu vida o que acabará cobrando con el paso del tiempo una trascendencia imposible de predecir.
Quizá por eso me extrañó tanto decir a la vez que Álex, un nuevo técnico del Llantiol, un mismo país de todos los que existen. Descubrir que estudia cine en la misma escuela donde un par de años atrás estudié radio fue también un dato curioso, acompañado de comentarios sobre el funcionamiento de la escuela y personajes varios que paraban y paran por allí.
Me encanta cruzarme en el ferrocarril por la mañana y después por el campus con un chico que, entre todos, destacaba entre el público del recital de poesía en que participé hace no mucho. Que mis 54 siempre los maneje el mismo conductor, el de ida y el de vuelta; que me sonría por el retrovisor y me diga adiós con la mano cuando me bajo.
Que mi avión y el de Marzio salieran con media hora de diferencia en la misma terminal, el de ida y el de regreso, también. Acabar de conocer Sant Felip Neri en Barcelona y encontrarlo en Madrid. Que se acaben dos historias el mismo día, de diferente manera. Que los dos en nochevieja, en vez de uvas, tomemos aceitunas. Que "Volver a ser un niño" suene en un teatro en Granada. Que Esteve Soler imparta un curso de dramaturgia pero no tenga el mismo rostro que el presentador del 3/24. Que busque a un Jordi Oller, medio personaje medio realidad, y que encuentre otro, probablemente mucho más real.
Que casi todos los hombres de mi vida tengan 32 y sean técnicos o artistas. Que hayamos estado en Verona el mismo día, sin saberlo, y sin llegarnos a cruzar, y que me regalaras una figurita de Romeo y Julieta. Que alguién me mire cuando, despistada o no, yo también miro.
1 comentario:
Si es que acierto siempre!! Cuántos años tiene? 32, no? juju
Ya te vale... mira que ir a Verona y no acordarte de mí... :p Son esas pequeñas cosas...
Guapa!!
Andrea
Publicar un comentario